Y de ella nunca nadie a oído articular palabra, pero cuando la cosa está clara, su boca no pronuncia otra palabra que no sea su nombre y esas cosas bonitas que se dicen los idiotas estos que aman.
Suele parecer extraño que se dude de cosa tan pura como el amor, pero con tan pocas primaveras vividas, estos individuos no calculan el valor y la magnitud de sus palabras, ni de sus acciones. No se puede juzgar a quien no posee el conocimiento, pero no juzgamos, sólo opinamos. Nuestra opinión no vale para nada, propiamente dicho: para absolutamente nada. A esa clase de individuos les trae sin cuidado nuestra opinión, porque los hechos relevantes para ellos terminan donde la palabra 'yo' no existe.
Pero aunque nadie escuche nuestras palabras nosotros las seguimos diciendo, y lo que digo es: ella no existía, hasta que fue completamente suya.
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¿Entonces?