Llenarme los dedos de ti escribiendo es mucho más comprometedor que siquiera tocarte. Seas quien seas ( si ni siquiera sé quién soy yo, ¿cómo voy a saber quién eres tú?), si hablo de ti mis intenciones se concretan y mis nebulosas mentales se materializan. Y aún así, sabiendo lo trágico que me resultan las situaciones quasi cuajadas, aquí estoy, escribiendo por ti.
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¿Entonces?